miércoles, 29 de abril de 2009

Que viene el lobo

La fábula, no por vieja, es menos relevante. Perico gritaba qué viene el lobo y todo el mundo lo creía, hasta que, de tanto repetirlo, al final nadie le hacía caso. Y un día el lobo llegó y se comió el rebaño.

¿Por qué tantos ecologistas repiten, al unísono las mismas viejas consignas? Se habla de centrales nucleares más seguras y la respuesta es que se trata de una nueva maniobra del poderoso lobby nuclear. Se apunta que las centrales nucleares no emiten CO2 y existe suficiente uranio como para que supongan un instrumento importante en la lucha contra el cambio climático y la escasez de combustibles fósiles y son inventos de la industria nuclear. Alguien apunta que el Torio puede ser un interesante combustible de futuro y enseguida la cantinela: otra maniobra de la industria nuclear.

Qué viene el lobo. Y uno se pregunta: ¿Quién es el poderoso lobby nuclear? Porque hay empresas, como Iberdrola, propietarias de algunas nucleares pero que también se cuentan entre los jugadores destacados en energía eólica. Y por cierto: ¿Hay poderoso lobby verde? Si se echa un vistazo a las empresas que participan en el desarollo eólico o termosolar, uno estaría tentado a concluir que no son precisamente un eco-pyme. Cuando un catedrático de Física Nuclear como Manolo Lozano opina que el Torio puede ser el combustible del futuro, puede tener razón o no, pero lo que es seguro es que no está hablando por boca del Foro Nuclear... entonces... ¿a qué sacarle la cantinela?

La siguiente noticia en Madri+d le deja a uno la boca abierta:

http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=39179&origen=notiweb

Como dice el artículo de Público, los argumentos a favor del Torio son bien conocidos por los científicos, pero a continuación, ¡ay! el periodista no nos dice cuál son, excepto citando de pasada a Manolo Lozano. Y a continuación, como no podía ser menos en nuestro democrático país, le cede la palabra a un físico que trabaja "en temas de fusión" (no hay frase comodín más sufrida que "en temas de", lo mismo sirve para temas de rotos que de descosidos nucleares).

¿y qué dice este físico, responsable de la campaña antinuclear de Ecologistas en acción? (y por tanto, como todo el mundo imagina, neutral y objetivo donde los haya). Pues dice "con sorna":

a) Que el Rubbiatrón se abandonó (el Rubbiatrón tiene un nombre técnico, el ADS o Accelerator Driven System) por fuerte oposición social y política. ¿Es eso un argumento en contra del Torio? ¿Dice como funciona el ADS, qué problemas tiene que resolver y resolvió o no?

b) Luego, Castejón (el físico-ecologista que trabaja en temas de fusión) alega, o el periodista pone en su boca que la dificultad con los reactores de Torio es que requieren un acelerador (cierto) y que ese acelerador no existe. El caso es que un acelerador así SI existe y de lo que se trata y puede ser factible o no comercialmente, es de ver si es posible utilizar los ADS para generar energía en grandes cantidades, o si es más factible usarlos como incineradores de residuos. En todo caso estamos hablando de una tecnología de aceleradores convencionales DE HOY, MUCHO MÁS FACTIBLES que la tecnología necesaria para desarrollar a gran escala la fusión nuclear.

c) Y finalmente el tema de los residuos, los semipternos residuos. Castejón concede que son menos peligrosos, pero de todas maneras radioactivos y perniciosos (y vuelta a mencionar a la industria nuclear).

¿Por qué no explicar un poquito las cosas?

Es muy fácil entender por qué el Torio es interesante y muy fácil también entender dónde están las dificultades. Estamos hablando del isótopo Th-232, cuyas características son las siguientes:

a) Es unas cinco veces más abundante que el Uranio
b) No es físil (no se divide en fragmentos más pequeños cuando absorbe un neutrón).
c) Pero es FÉRTIL, esto es se transmuta en U-233 al absorber un neutrón. El U-233 es el isótopo minoritario del Uranio y SÍ es físil.

¿Por qué el Th-232 es interesante (aparte de su abundancia)?
a) Porque por el sólo no puede sostener una reacción de fisión. Esto es a la vez una bendición y un problema. Si conseguimos una fuente externa de neutrones, estos transmutan el Th-232 en U-233 y podemos extraer energía de la fisión del U-233. Pero en cuanto el flujo de neutrones se detiene la reacción se para:

ventajas; accidentes mucho más improbables ya que para abortar la reacción en cadena basta "apagar" el "chorro" de neutrones (mientras que en los reactores de U-235 o Pu-238, la reacción en cadena se mantiene hasta que no la extinguimos con absorbentes de neutrones).

inconvenientes; necesitamos ese chorro de neutrones. Para eso se utiliza un acelerador (convencional) que bombardea con protones un blanco de plomo (algo que se sabe hacer desde hace décadas) con el fin de producir el flujo de neutrones. El problema no es de principio, sino, como suele ser el caso de tecnología de escala. Es fácil construir un reactor experimental de Torio basado en un acelerador. Muy posiblemente sea factible construir uno comercial pero hay entran las eternas consideraciones: precio, riesgo, intereses creados (esta vez sí) de la industria, etc.

¿Por qué los residuos son menos peligrosos? Porque en el sistema no hay U-238 y por tanto no se forman ni el Pu-239 ni ninguno de los actínidos asociados. El U-233 resulta en productos de fisión, de los cuales los más problemáticos son el Cs-137 y el Sr-90, con una vida media de 30 años y por tanto una radiotoxicidad infeiror a la de la veta natural en unos 300 años. Dado el escaso volumen de los residuos producidos por una central nuclear, almacenarlos por unos cuantos cientos de años es un problema fácilmente manejable.

Hay otras maneras de utilizar el Torio en reactores híbridos, pero no voy a entrar en ello ahora. La somera explicación precedente debería servir para convencer a cualquiera que no haya leído LA VERDAD en algún libro sagrado, que vale la pena explorar este territorio.

No sé mucho de los intereses de la poderosa industria nuclear, pero me parece que si los tiene, van más en la dirección de continuar con el business as usual (esto es quemando U-235 enriquecido en reactores convencionales) que poniéndose a investigar en reactores de Torio o arriesgarse a construir unos nuevos. Los que solemos interesarnos por estas posibilidades somos científicos como Manolo Lozano, Carlo Rubbia o yours truly. Por estos problemas, o por otros más difíciles todavía, como la fusión nuclear, "el tema" de Castejón, que por lo visto sí está a salvo de sospechas de que le interese al poderoso lobby etc. Por cierto, ITER, con ser una apuesta arriesgada, podría suponer un paso de gigante en la capacidad de la humanidad de controlar los recursos energéticos. Cuándo ya es otra historia.

Entre tanto, uno esperaría de la prensa que acompañara la democracia (cada vez que hay una noticia sobre la energía nuclear parece indispensable agregar la coletilla del ecologista de guardia sobre el lobby y las mentiras nucleares) con un poco más de ciencia. Y quizás habría que dar argumentos en lugar de repetir mantras.

Entre otras cosas, porque el lobo no es la energía nuclear. Es la crisis energética, con sus tres jinetes del apoacalipsis (escasez de combustible fósil, escasa distribución de las reservas y cambio climático). Y el día que llegue será para devorarnos.

martes, 21 de abril de 2009

Visita a Consuegra

Uno de esos días de primavera, de los de antes del cambio climático, cuando en Abril las aguas mil. Claroscuros en el cielo, nubes bravuconas dejándonos caer un chaparrón a medida que la tarde avanza. Llegamos a Consuegra y uno sabe que esto es la Mancha y que por aquí pasó Quijano, a lomos de Rocinante. Un pueblo sosegado, adormeciéndose en el aguacero intermitente del domingo. Las ruínas a medio reconstruir del castillo, recordando la orden de San Juan y esos tiempos medievales que nuestra reciente literatura de masas recrea o inventa una y otra vez. Pero sobre todo los molinos, tan arcaicos, y a la vez tan actuales, tan viejos y tan nuevos, tan hermosos.

No, no son gigantes, al menos no estos. No pasarán de los cinco metros. Quizás lo bastante imponentes para engañar al Quijote, pero ¿quién se impresionaría con ellos cuando hoy la Mancha está llena de otros molinos, estos, sí, auténticos colosos? Torres de cincuenta metros de altura, diez veces mayores que estos pobres obreros de moler grano que hoy visitamos, palas de 30 o 40 metros de largo, auténticos brazos de feroces gargantúas que parecen empeñados en aprisionar el viento.

Y vaya si lo aprisionan. Si sopla a más de unos 3 metros por segundo y a menos de 24 m/s, casi la diferencia entre brisa y vendaval, las aspas giran y el motor trifásico acoplado en la cabeza del monstruo va produciendo electricidad.

En nuestro país hay ya miles de ellos y proporcionan, en promedio, el 11 % de la energía eléctrica que circula por la red, más o menos la mitad de la energía que proviene de las centrales nucleares (20 % en el 2008), algo más de la que producen las presas hidráulica (7 %). Entre agua, viento y átomo, una fracción que se acerca a la mitad de nuestra enegía eléctrica (40 %) no emite CO2 a la atmósfera.

Me preguntan a menudo, en entrevistas y conversaciones si estoy a favor de la energía eólica y más de uno se queda asombrado cuando contesto que naturalmente. Alguno, incluso, reitera la pregunta, como sospechando: ¿pero no le parece que son feos? Pues mire, no, al contrario. Me parece que son bonitos. Altos, estilizados gigantes, que atrapan la fuerza del Dios Eolo y producen electricidad sin residuos y sin casi efectos secundarios. Si es verdad que hacen ruido, no lo es menos que se instalan, en general, lejos de donde puedan molestar. Nada nos impide plantar patatas a su sombra y si alguna ave despachan por error, más se llevan por delante la sociedad de cazadores. Hay que tener ganas de criticar o ser muy irresponsable, para meterse con ellos. Hay que mirarse mucho al ombligo, porque todavía no he conocido quién los critique pero a cambio se alumbre con candiles.

No, no son gigantes, señor, son molinos. No arremeta vuecencia contra ellos, que están ahí para hacerle el bien. Si le parece que le estropean el paisaje, fíjese que las torres del tendido eléctrico también lo hacen (y las carreteras, y las chimeneas de las fábricas), son gajes del oficio. Antes de renegar que mejor estábamos sin ellos, pregúntese si le gustaría que le pillara el próximo apagón en un quirófano, mientras le operan a usted o a su hijo. Y no, no se empeñe, me gusta la puñetera energía eólica, palabra de físico nuclear.

¿Viento en lugar de átomo? Bueno, ya veremos. Desde luego, mañana no. Eolo sigue siendo caprichoso y la red eléctrica necesitará de modificaciones profundas antes de que la potencia eólica pueda aumentar mucho más de lo que ya lo ha hecho en España. Líneas en corriente continua, por ejemplo, para minimizar pérdidas cuando el viento sopla en Finisterre y necesitamos la electricidad en Sevilla. Sistemas de almacenamiento eficientes, quizás el hidrógeno algún día. Una gestión ultra-inteligente de la red, capaz de anticiparse a los antojos del voluble dios. Todo eso está en el futuro, el territorio de lo posible, quizás de lo probable, pero también ahí están las centrales de Torio subcríticas (de las que hablaré otro día), la fusión, las esferas de Dyson. Sueños. Unos más cerca y otros más lejanos. Como un horizonte de molinos, o gigantes, recortándose contra el ocaso.

jueves, 16 de abril de 2009

Asuntos propios

Me invitan al programa "Asuntos propios", candelero compartido con Manolo Lozano. Me las prometo felices, porque la fórmula parece infalible. Total, cuánto partido puede sacársele a dos libros, dos, en 20 minutos. Pero Toni Garrido tiene su as en la manga. Yo imaginaba una entrevista socarrona, a su estilo, con alguna salida por peteneras relacionada con los residuos o la radioactividad y me decía a mí mismo que ya se ocuparía Manolo, que menudo es. He aquí que no. Toni elige la democracia y las preguntas que ustedes, queridos oyentes, o escuchantes como es la moda, quieran hacerle a estos catedráticos. 

Lo malo es que en asuntos de energía nuclear nadie quiere preguntar nada. Todo el mundo lo tiene todo clarísimo. Unos te dicen que les den centrales y no molinos, que eso de los molinos menuda tomadura de pelo y cuánto afean el paisaje. Los otros  que total, da lo mismo que se rompa una central aquí que en Francia, nos va a freir igual, así que por el mismo precio ponemos algunas. Y la mayoría, desde luego todos los que llamaron saben que la energía nuclear es mala malísima. Contamina, es sucia, muta a los peces y a las lechugas, da cáncer, que el padre de una amiga que trabajaba en una central palmó a los 54 de uno, pulmón creo, sí, el hombre fumaba, pero seguro que no fue por eso. El átomo que es muy cabrón.

Mire, le digo: que los residuos que generan las nucleares ocupan poco en volumen, es cosa del E=mc**2, lleva usted siglos respirando smog y comiendo mierda empaquetada, no se apure por unos residuos que caben en 7 piscinas municipales y cuestan bien poco de quitar de en medio. La receta: a) los mete en barriles de acero, b) rellena el espacio libre entre el barril y las barras de combustible de hormigón, c) hace un agujero de 1 km de profundidad en una zona basáltica (el basalto es roca cristalina y a 1 km de profundidad se puede pasar millones de años inmóvil), d) suelta ahí sus barriles, que le ocupan siete piscinas municipales (todas las centrales españolas, en 30 años de operación). e) echa un poco más de cemento y f) se olvida.

Los residuos nucleares son abrumadoramente menos voluminosos que los residuos de cualquier otra cosa: una pelota de golf por familia y año. El problema de inmovilizarlos (en bidones de titanio o acero, vitrificados o fijados con hormigón) está resuelto desde hace años. Las perforadoras para cavar pozos las tenemos desde hace décadas (son las mismas que para excavar pozos petrolíferos). A 1 km de profundidad no hay posibilidad alguna de que los residuos entren en contacto con la cadena trófica.

Pero miren, señores enfadados que nos llamaban al programa (2o minutos y diez militantes, esto es, diez arengas: menos mal que Manolo estaba en el ruedo). La razón por la que no quisiera echar las pelotas de golf a la roca basáltica y tapar (mucho más fácil que cualquier esquema de captura de CO2, que se enfrenta a cantidades ingentes del gas que capturar) es porque creo que podemos reprocesarlos, ahora, o dentro de 10, 20 o 50 años. Extraer de ellos 100 veces más energía de la que hemos sacado hasta ahora y elminar los elementos de más large vida que son casi todos fisionables y útiles para producir enegía.

Pero en fin: los españoles seguimos fumando o  suicidándonos en las operaciones retorno, pero SABEMOS que los residuos son malos y van a envenenarnos con su letal poder. Cosa que se apresuraron a explicarnos los atribulados oyentes que nos llamaron.

Lo que me recuerda que unos días antes había estado en otro programa de radio, donde sin previo aviso apareció un ecologista invitado (por la locutora, no por mí) a debatir sobre el tema. Su argumento fue demoledor: en realidad Juanjo no es un ecologista, sino un físico nuclear (lo decía como quién acusa a un Jesuíta de ser aficionado a la fórmula uno o a un banquero de practicar la esgrima). Tuvo la gentileza, eso sí, de decir que le gustaba mi libro, tan informado y poético, aunque tan equivocado. Y luego la arenga. 

Es un poco de coña. Hay cierto viento de cambio en el país. Por las razones que sean (y creo que mi amigo Marcel podría explicar bastant aquí) la prensa recibe las consignas de no ser tan desfavorable a la energía nuclear como hasta ahora. Pero claro, a más de un locutor y a más de un plumífero le pillan en orsay. Es todo un poema, la sucesión de artículos "objetivos" o "neutrales", que le dan una a Dios y otra al diablo, como el reciente número del país.

Seamos serios. Esto de la energía nuclear son palabras mayores. Si se cree en ella como solución, aunque sea parcial, de nuestros problemas energéticos, hay que ponerse a ver si somos capaces de relanzarla, lo que en nuestro país no será fácil. Si no se cree, hay que saber por qué. Pero toda esta frivolidad made-in-spain, cansa. El país de nunca jamás, que no sólo piena que inventen ellos. También opina que sean ellos, los otros (los ingleses, italianos, alemanes, suecos o americanos) los que decidan.

Y así nos va.

jueves, 9 de abril de 2009

Peces mutantes

Reproduzco literalmente de la página:

http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/2002/09/26/52240.php

Ecologistas alemanes descubren un pez mutante en la inmediaciones de la nuclear de Garoña

Presenta reacciones mutagénicas a causa de la radiactividad de las aguas

¿Suena familiar? Un título parecido sería

http://www.otrasfronteras.com/secuestrados_por_extraterrestres.php

Secuestros por extraterrestres

'Los seres que nos visitan quieren preservar la vida sobre la Tierra', afirma el profesor Mack, de la universidad de Harvard, psiquiátra de muchos abducidos.

¿Cuál es la diferencia? Que poca gente se toma en serio la multitud de noticias sobre los secuestros alienígenas y otros encuentros en la tercera fase. En cambio, una noticia como la del pez mutante se acepta por amplios sectores del público ingenuamente. Sigamos con el texto:

Ecologistas en Acción ha denunciado la aparición de un pez mutante de grandes dimensiones en las inmediaciones de la central nuclear de Garoña. Este descubrimiento fue hecho por un grupo ecologista alemán que hace unos meses realizó un estudio en el pantano del Sobrón, en los límites entre las provincias de Burgos y Álava, donde se ubica la central. Para su sorpresa, se "encontraron con un pez que había sufrido reacciones mutagénicas a causa de la radiactividad de las aguas", explicó hoy Miguel Soto, de Ecologistas en Acción.

El texto es más o menos equivalente a denunciar la aparición de un Tiranosaurius Rex resucitado de su tumba por efecto de esta misma radioactividad. En el mismo texto, un poco más adelante se afirma:

..también dijo que las hortalizas que se cultivan en las localidades próximas a esta central nuclear son de un tamaño superior al habitual porque se riegan con agua que tiene isótopos radiactivos. Estos hechos ponen de manifiesto que "la energía nuclear no es tan inocua como dicen y tiene una incidencia clara sobre el entorno", apuntó el ecologista.

Lo que la estupenda noticia no deja claro es que tiene de malo qué la radioactividad tenga efectos tan benéficos sobre la fauna y flora. Si basta con unos poquitos isótopos para engordar los peces y las hortalizas... ¿por qué no aplicárselo a la vacas y a los pollos (en lugar de hincharlos a pienso con hormonas)? ¿A las naranjas de Valencia? ¿A los melones de murcia? ¿Se imagina el lector cuán enormes sandías podríamos degustar con unas pizcas de radioactividad añadida a las aguas? ¿Cómo que la radioactividad no es inocua? ¡Es una nueva técnica para aumentar la producción agrícola, según el ecologista descubrimiento!

Lo que me lleva a sospechar que Miguel Indurain (y Lance Amstrong) seguramente estaban irradiados de ahí sus mutantes prodigios a lomos de la bici (por no hablar de Michael Phelps y de Rafa Nadal). Tampoco cabe duda que el caballo de Espartero estaba hasta arriba de milrems (compruébelo el lector incrédulo con una visita a la susodicha estatua). Y puede que Angelina Jolie, si me apuran, aunque también podría ser que Angelina no sea más que una extraterrestre disfrazada.

Un par de notas prosaicas se imponen. La primera: las aguas de Garoña (y las del Júcar) están estrictamente controladas por numerosos organismos, entre ellos el Consejo de Seguridad Nuclear (y otros varios independientes) y su nivel de radioactividad y radiotoxicidad no puede superar los niveles medidos en Garoña (o en el Júcar) antes de que entraran en marcha las correspondientes centrales (o dicho de otra manera, el agua de Garoña es tan radioactiva como la de mi grifo). Esto es así por ley, es fácil de comprobar y además lo saben bien los grupos ecologistas que afirman lo contrario, ya que no me cabe duda que también ellos encargan medidas a empresas independientes.

Afirmar que las aguas de Garoña presentan un alto nivel de radioactividad, sin embargo, no es más que una mentira estándard, de esas que se dicen todos los días relacionadas con la energía nuclear. Es casi una mentirijilla, de tan repetida. Eso sí, afirmar que la radioactividad se las compone para crear un pez mutante en cuestión de 40 años (que además por lo visto goza de una estupenda salud) es una mentira tipo Jurasic Park, que no se sabe que demuestra más si cara dura o ignorancia. Excpeto en los comic books de Marvel, las mutaciones (exitosas) requieren periodos larguísimos de tiempo para ser detectables. Si la radioactividad (inexistente) de las aguas de Garoña pudiera mutar peces gigantes y escarolas del tamaño del cuento de Pepín y el gigante (la habichuela mágica), los rayos cósmicos que nos caen encima (sin que podamos hacer nada para remediarlo) habrían creado desde hace siglos un batallón de mutantes capaces de dejar a la patrulla X a la altura del betún.

En fin, desde estas líneas servidor se compromete a comerse el pez mutante en cuestión (a la sal, por favor), si alguien es capaz de traerme uno. Acompañado de hortalizas gigantes, por supuesto.

viernes, 3 de abril de 2009

Edward Teller víctima de Jane Fonda

En su excelente libro, "¿Nucleares por qué no?" (Debate) mi amigo Manuel Lozano describe con detalle el accidente de Three Mille Island, el segundo mayor de la historia, detrás del accidente de Chernóbil, del que también hablo en "El ecologista Nuclear".

Los datos relevantes del accidente de TMI son los siguientes: se debió a una combinación de errores humanos y deficiente instrumentación; provocó una fusión parcial del núcleo, como consecuencia del calor residual en el núcleo (la reacción en cadena se detuvo automáticamente, como está garantizado que ocurra en un detector de tipo PWR cuando baja el nivel del agua que hace tanto de refigerante como de moderador, pero los productos de fisión siguieron calentando el núcleo sin que nadie se diera cuenta, durante horas). La vasija del reactor se rompió, liberándose al edificio de contención toneladas de agua radioactiva; no hubo víctimas ni efectos que se conozcan sobre la población civil; el episodio estuvo rodeado de confusión y secretismos, lo que generó (junto con la graveded del incidente) una tremenda y justificada reacción negativa por parte de la población civil.

Manolo Lozano cuenta una anécdota que no tiene desperdicio: relaciona a Jane Fonda y Edward Teller.

Fonda había interpretado meses atrás un papel estelar en "El síndrome de China", una película de Ciencia Ficción en la que se especulaba que un accidente como el de TMI causaría que el núcleo fundido se hundiera haciá el centro de la tierra y saliera por las antípodas (China, en el caso de EEUU, de ahí el título del film). La película había sido un éxito de taquilla y una rara premonición, ya que el accidente real recordaba mucho al de ficción en sus características, aunque desde luego el reactor no llego a China.

Teller, por su parte, era un personaje digno de la parodia que haría de él Kubrick en "Teléfono rojo". Un ultraderechista, que había perseguido a Robet Oppenheimer, antiguo director del proyecto Manhattan y uno de los físicos más destacados del siglo XX por sus "actividades antiamericanas" y profeta de la bomba de hidrógeno.

El caso es que, tras conocerse el accidente, Fonda se declaró ferviertemente antinuclear y Teller por su parte, tomó el adalid de la defensa atómica. Decida el lector a quién concedería sus simpatías: a la bella, adorable, inteligente y progresista Jane, o al antipático, visceral y "ultra" Edward. Añádase el miedo del público, obsesionado además con el hecho de que se le hubiera ocultado información. Era una batalla perdida para la energía nuclear y para Teller que en mitad de las hostilidades sufrió un infarto. Más tarde declararía, correctamente por todo lo que yo sé: "la única víctima del accidente de TMI he sido yo" (refiriéndose a su infarto). Aunque se apresuró a corregir: "perdón, no ha sido la energía nuclar la que me ha agredido; ha sido Jane Fonda".

Humor negro aparte, el accidente de TMI tiene muchas lecciones que enseñar: Una, que los accidentes pueden producirse, sobre todo cuando, como en la mayoría de las centrales nucleares todavía en operación hoy en día, los sistemas de seguridad son ACTIVOS, es decir requieren de la intervención de un operador que a su vez debe detectar el problema y utilizar sistemas que deben funcionar de manera impecable en el preciso instante en que se les necesita. Dos, que un accidente tan serio como el de TMI, sin embargo, no resultó en nada parecido a una catástrofe humana (aunque sí económica). Tres, que en caso de accidente es imprescindible contar con la confianza de la población, lo que a su vez requiere una estricta transparencia.

Cada uno de esos puntos merece la pena una discusión por separado, de la que ya me ocuparé. Los sistemas de seguridad han mejorado muchísimo desde TMI, y los reactores de la Generación III (como el EPR francés, que operará en Olkiuloto) afirman contar con una seguridad diez veces mayor que los "antiguos" (esto es los que están actualmente operativos). Los modelos más importantes de la GIV son todavía más seguros.

Más le vale a la energía nuclear. Un argumento (correcto) esgrimido a menudo por los críticos es que el público no tolerará otro Chernóbil, posiblemente ni siquiera otro TMI. O en otras palabras, una expansión nuclear lo bastante grande como para contribuir de manera significativa a mermar la fracción de centrales de carbón en el mundo (y por tanto contribuir seriamente a luchar contra el cambio climático) implicaría multiplicar al menos por 5 el número de reactores actuales en unos 50 años, pasando de unos 400 a, digamos, a 2000. Si la vida activa de esos nuevos reactores (como el de Olkiuoloto) va a ser unos 50 años, el número de reactores x año en funcionamiento, 50 años después de haber sido puestos en marcha será de 50 x 2000 = 100.000. Para que la probabilidad de un accidente al estilo de TMI sea como mucho 1 en 50 años en toda la flota (creo que puede descartarse otro Chernóbil en los reactores de GIII y GIV), la seguridad de cada reactor tiene que implicar que la probabilidad de un accidente sea menor de uno en cien mil años de operación (compárese con los 25 años de Cofrentes).

No es imposible, ni mucho menos y de hecho, es bien probable que el EPR sea capaz de acercarse a estas cifras y algunos de los diseños de GIV pueden mejorarlas, quizás por mucho. Pero tampoco es un problema fácil ni que pueda tomarse a la ligera. Conseguir reactores extremadamente seguros (a un coste razonable) es uno de los grandes retos a superar cuando se piensa en una expnasión nuclear a gran escala.

Y sin embargo, del accidente de TMI se deriva, como Manolo Lozano comenta acertadamente, otro dilema, quizás aún más difícil de resolver que el de la seguridad. Es el dilema de la confianza. Hay un círculo vicioso cuyo origen posiblemente se deba a la conexión entre las apliacaciones pacíficas y bélicas. Todo lo nuclear ha sido siempre secreto, prohibido, oscuro: el público percibe que se les escamotea información, se les engaña. Esta percepción es exagerada por la miríada de informaciones incorrectas o falsas que provienen de sectores anti-nucleares y que van desde exagerar un incidente sin mayor importancia (digamos un incendio en un transformador, que nada tiene que ver con la radioactiviad y que podría ocurrir igualmente en cualquier central térmica o planta eléctrica) hasta inventarse mentiras como la del famoso pez mutante nadando en las aguas de Garoña. A su vez, la industria nuclear (y el personal de las centrales nucleares) tiene que enfrentarse a una cierta mentalidad "de estar sitiados".

En parte lo están, físicamente, ya que es necesario un complejo e impresionante sistema de seguridad para proteger la central de intrusismo (en el mejor caso) y agresiones terroristas (en el peor). Pero a su vez, las alambradas crean reclusos. Si no estuvieran, no faltaría quién propagaría el miedo alegando que las centrales no son seguras (cosa que de todas maneras se hace). Con ellas, la analogía entre central nuclea y cárcel se hace evidente en la psicología de unos y otros.

Lo cierto es que las alambradas son necesarias, al igual que los detectores de radiación y los guardias armados. Pero también es necesario luchar contra la tentación de no ofrecer en todo momento una información exacta y fidegina de todo incidente relevante, por más que se sepa que esa información será malinterpretada o manipulada por algunos sectores. El caso es que, a la larga, con la energía nuclear ocurre como con con la convivencia. La única manera de establecer una confianza duradera es no mentir nunca ni ocultar nada. Mejor enfrentarse a un disgusto más o menos grave hoy, que afrontar la catástrofe mañana.

El círculo vicioso, sin embargo, existe. Si un pequeño incidente (el accidente de un transformador fuera de la zona controlada) puede provocar un revuelo mediático que a su vez aumente la desconfianza y haga aún más grave el siguiente inciente leve, es inevitable la tentación a echar tierra sobre el asunto. Y sin embargo, posiblemente la solución sea la contraria. Ya hemos comentado que las inversiones de una central nuclear son altas. Comparadas con estas, quizás no sea una tontería contar con un excelente departamento de relaciones públicas cuya misión exclusiva sea relacionarse con el público y con la prensa, explicar las cosas y proporcionar y defender una información correcta.

Ciertamente, el futuro de la energía nuclear pasa por recupear a Jane Fonda entre sus filas.

jueves, 2 de abril de 2009

Visita a la central nuclear de Cofrentes

Hace 26 veranos (era 1982, tenía yo 22 años y estaba en cuarto de carrera) gané una beca de la compañía Hidro Eléctrica (hoy Iberdola) para hacer prácticas en la central nuclear de Cofrentes. Por la época la central estaba acabando de construirse y no entraría en marcha hasta el año 84, si la memoria no me falla.

Fue un gran verano por muchas cosas. Porque era la primera vez que pasaba dos meses fuera de casa, "trabajando" y ganándome un sueldo (que no estaba mal para la época). Porque Requena, donde me alojaba, era una fiesta, como aquel París de Hemingway. Porque hice amigos. Pero sobre todo, porque mi trabajo en la central me gustaba.

Me levantaba a las 6 am (los días que me había acostado). Una hora de autobús por una carretera estrecha y sinuosa para cubrir los treinta y pico kilómetros entre Requena y Cofrentes, dando cabezadas. Había un par de becarios más aquel verano, entre ellos Jaime Gómez, con quién coincidiría de nuevo años más tarde en la universidad de Stanford, en California (Jaime es hoy en día catedrático de ingeniería hidraúlica tras haber ocupado varios cargos importantes en el rectorado y la Generalitat Valenciana, pero por la época era un chico serio que contaba chistes desternillantes... le veo menos de lo que me gustaría pero seguramente no ha cambiado en eso).

Había también muchos mecánicos, albañiles, electricistas, fontaneros... cuadrillas completas ultimando la construcción de la central. Nosotros también nos sentíamos un poco obreros, echando nuestros turnos en unos barracones temporales sin aire acondicionado, tratando de ser útiles y de aprender algo, maravillados con el exceso que nos rodeaba. Porque así veía yo la central de Cofrentes entonces. Un exceso tecnológico, posible gracias a la más bella Ciencia. La pirámide de Gizeh, erigida en honor a Albert Einstein o Enrico Fermi, mucho más admirados por el jovencito de aquel entonces que todos los faraones de Egipto juntos.

En cierto modo aún sigo siendo el niño maravillado por el increíble juguete, por la alquimia de la fisión nuclear. Claro que, cuatro años más tarde (ocurrió en 1986, cuando yo ya estaba en la universidad de Stanford, iniciando mi carrera como investigador en física de neutrinos, casi lo más alejado que uno pueda imaginarse de mi verano nuclear) pasó lo de Chernóbil y aprendí, como todo el mundo que el juguete en cuestión podía ser muy peligroso.

No había vuelto a pisar el recinto hasta hoy. Extraño, la sensación de deja vu. Apenas reconocía el paisaje, pero había algo familiar en el ambiente. Quizás pura imaginación, el hombre que busca al muchacho que fue un día. ¿Puede sentirse nostalgia en un recinto nuclear?

La central ha operado por casi 25 años. En el 2011 termina su licencia. Todo el mundo con el que he hablado hoy parece convencido (o quiere estarlo) que la licencia se renovará. Tras cinco lustros la central es muy rentable.

El coste de las centrales nucleares. Santos Ruesga estima un coste de 3000 millones para una central de nueva construcción. Es muy posible que el coste se sitúe más bien en los 4500 millones de euros, al menos para las primeras unidades (el caso de Olkiluoto, por ejemplo). No cabe duda que son caras (otro día hablaré de cómo comparan con otras fuentes de energía, tanto fósil como renovables). De lo que tampoco cabe duda es que su rentabilidad aumenta enormemente si los periodos de operación son del orden de 50 años en lugar de los 25 que supuso el permiso inicial.

No parece que haya razones técnicas para no extender el permiso de una central como Cofrentes, que en sus 5 lustros de operación no ha experimentado ni un sólo incidente digno de anotarse. El Consejo de Seguridad Nuclear clasifica los accidentes en las instalaciones de este tipo en siete categorías: 1 es muy leve con nulo riesgo de vidas o emisión de radioactividad al medio ambiente; 7 es muy grave, un desastre completo. Chernóbil fue un grado 7. Cofrentes no ha tenido que apuntarse ni siquiera una incidencia de grado 1.


Visitar una central, por cierto, es una buena idea, independientemente de que se esté a favor o en contra de la energía nuclear. Es interesante ver cómo funcionan, entender la redundancia de sus sistemas de seguridad, familiarizarse con el protocolo de protección radiológica. Como mínimo sirve para aclararse un poco las ideas.

Algunos detalles curiosos. Las dos torres de refrigeración de Cofrentes, como todo central nuclear con torre de tiro sólo emiten vapor de agua (de un circuito que no está en contacto con la radioactividad). El agua no está demasiado caliente (unos 30 grados), pero la función de las torres es enfriarla aún más de tal manera que cuando se devulve al río (el Júcar en este caso), no suponga un impacto térmico. Dicho sea de paso, antes de devolverse al cauce y a pesar de que ese agua no está en contacto físico con materiales radioactivos, se toman muestras que certifican que su nivel de radioactividad es el permitido (o sea cero, si se le sustrae la radioactividad ambiente) ... y la válvula para vacíar el embalse (donde se almacena el agua unos días ) tiene una llave que está en manos de un funcionario de la confederación hidrológica del Júcar, el único que puede abrirla, tras certificar el informe correspondiente.

Otros detalles interesantes. Diversos organismos (independientes) que incluyen la unversidad de Valencia, el Consejo de Seguridad Nuclear y una empresa contratada por la Generalitat Valenciana, toman continuamente muestras de agua, tierra, leche, huevos y todo tipo de productos (hasta 1500 puntos de muestreo) en un círculo que abarca desde la vecindad de la central hasta el mar... sin que se haya detectado en estos últimos 25 años nada interesante (es decir, sin que se haya medido otra cosa que cero, en cuanto a radioactividad o radiotoxicidad se refiere).


Carlos Gómez, el educador de Iberdrola que nos ha atendido hoy me ha contado una anécdota que no tiene desperdicio. En una de las visitas recientes escuchó la conversación de un par de señoras, que habían seguido sus explicaciones muy atentamente. A la salida de la reunión le iba diciendo una a la otra: "No puede ser tan malo esto de la nuclear: Fíjate, está todo lleno de pájaros".

El ecologista nuclear

El problema más importante al que se enfrenta la humanidad este siglo es el del cambio climático. El consenso mayoritario entre los científicos que lo estudian es que las consecuencias del rápido aumento de los gases de efecto invernadero pueden ser graves y quizás devastadoras para nuestra civilización. El consumo masivo de carbón para la generación de electricidad es uno de los mayores responsables del alarmante aumento de las concentraciones de CO2 en la atmósfera. La única alternativa en las próximas décadas a los combustibles fósiles es un mix eléctrico basado en la energía nuclear, con una fuerte contribución de energías renovables, en particular la energía eólica. El antagonismo entre energía nuclear y energías renovables es un disparate irresponsable. Es un error enfrentar entre sí a las energías alternativas, y sería mucho más apropiado considerarlas como aliadas en la gran batalla contra un Señor Oscuro cada día más poderoso, el cambio climático, que bien podría aniquilar, quizás antes de lo que suponemos, nuestra querida y maltrecha Comarca globalizada.