jueves, 2 de abril de 2009

Visita a la central nuclear de Cofrentes

Hace 26 veranos (era 1982, tenía yo 22 años y estaba en cuarto de carrera) gané una beca de la compañía Hidro Eléctrica (hoy Iberdola) para hacer prácticas en la central nuclear de Cofrentes. Por la época la central estaba acabando de construirse y no entraría en marcha hasta el año 84, si la memoria no me falla.

Fue un gran verano por muchas cosas. Porque era la primera vez que pasaba dos meses fuera de casa, "trabajando" y ganándome un sueldo (que no estaba mal para la época). Porque Requena, donde me alojaba, era una fiesta, como aquel París de Hemingway. Porque hice amigos. Pero sobre todo, porque mi trabajo en la central me gustaba.

Me levantaba a las 6 am (los días que me había acostado). Una hora de autobús por una carretera estrecha y sinuosa para cubrir los treinta y pico kilómetros entre Requena y Cofrentes, dando cabezadas. Había un par de becarios más aquel verano, entre ellos Jaime Gómez, con quién coincidiría de nuevo años más tarde en la universidad de Stanford, en California (Jaime es hoy en día catedrático de ingeniería hidraúlica tras haber ocupado varios cargos importantes en el rectorado y la Generalitat Valenciana, pero por la época era un chico serio que contaba chistes desternillantes... le veo menos de lo que me gustaría pero seguramente no ha cambiado en eso).

Había también muchos mecánicos, albañiles, electricistas, fontaneros... cuadrillas completas ultimando la construcción de la central. Nosotros también nos sentíamos un poco obreros, echando nuestros turnos en unos barracones temporales sin aire acondicionado, tratando de ser útiles y de aprender algo, maravillados con el exceso que nos rodeaba. Porque así veía yo la central de Cofrentes entonces. Un exceso tecnológico, posible gracias a la más bella Ciencia. La pirámide de Gizeh, erigida en honor a Albert Einstein o Enrico Fermi, mucho más admirados por el jovencito de aquel entonces que todos los faraones de Egipto juntos.

En cierto modo aún sigo siendo el niño maravillado por el increíble juguete, por la alquimia de la fisión nuclear. Claro que, cuatro años más tarde (ocurrió en 1986, cuando yo ya estaba en la universidad de Stanford, iniciando mi carrera como investigador en física de neutrinos, casi lo más alejado que uno pueda imaginarse de mi verano nuclear) pasó lo de Chernóbil y aprendí, como todo el mundo que el juguete en cuestión podía ser muy peligroso.

No había vuelto a pisar el recinto hasta hoy. Extraño, la sensación de deja vu. Apenas reconocía el paisaje, pero había algo familiar en el ambiente. Quizás pura imaginación, el hombre que busca al muchacho que fue un día. ¿Puede sentirse nostalgia en un recinto nuclear?

La central ha operado por casi 25 años. En el 2011 termina su licencia. Todo el mundo con el que he hablado hoy parece convencido (o quiere estarlo) que la licencia se renovará. Tras cinco lustros la central es muy rentable.

El coste de las centrales nucleares. Santos Ruesga estima un coste de 3000 millones para una central de nueva construcción. Es muy posible que el coste se sitúe más bien en los 4500 millones de euros, al menos para las primeras unidades (el caso de Olkiluoto, por ejemplo). No cabe duda que son caras (otro día hablaré de cómo comparan con otras fuentes de energía, tanto fósil como renovables). De lo que tampoco cabe duda es que su rentabilidad aumenta enormemente si los periodos de operación son del orden de 50 años en lugar de los 25 que supuso el permiso inicial.

No parece que haya razones técnicas para no extender el permiso de una central como Cofrentes, que en sus 5 lustros de operación no ha experimentado ni un sólo incidente digno de anotarse. El Consejo de Seguridad Nuclear clasifica los accidentes en las instalaciones de este tipo en siete categorías: 1 es muy leve con nulo riesgo de vidas o emisión de radioactividad al medio ambiente; 7 es muy grave, un desastre completo. Chernóbil fue un grado 7. Cofrentes no ha tenido que apuntarse ni siquiera una incidencia de grado 1.


Visitar una central, por cierto, es una buena idea, independientemente de que se esté a favor o en contra de la energía nuclear. Es interesante ver cómo funcionan, entender la redundancia de sus sistemas de seguridad, familiarizarse con el protocolo de protección radiológica. Como mínimo sirve para aclararse un poco las ideas.

Algunos detalles curiosos. Las dos torres de refrigeración de Cofrentes, como todo central nuclear con torre de tiro sólo emiten vapor de agua (de un circuito que no está en contacto con la radioactividad). El agua no está demasiado caliente (unos 30 grados), pero la función de las torres es enfriarla aún más de tal manera que cuando se devulve al río (el Júcar en este caso), no suponga un impacto térmico. Dicho sea de paso, antes de devolverse al cauce y a pesar de que ese agua no está en contacto físico con materiales radioactivos, se toman muestras que certifican que su nivel de radioactividad es el permitido (o sea cero, si se le sustrae la radioactividad ambiente) ... y la válvula para vacíar el embalse (donde se almacena el agua unos días ) tiene una llave que está en manos de un funcionario de la confederación hidrológica del Júcar, el único que puede abrirla, tras certificar el informe correspondiente.

Otros detalles interesantes. Diversos organismos (independientes) que incluyen la unversidad de Valencia, el Consejo de Seguridad Nuclear y una empresa contratada por la Generalitat Valenciana, toman continuamente muestras de agua, tierra, leche, huevos y todo tipo de productos (hasta 1500 puntos de muestreo) en un círculo que abarca desde la vecindad de la central hasta el mar... sin que se haya detectado en estos últimos 25 años nada interesante (es decir, sin que se haya medido otra cosa que cero, en cuanto a radioactividad o radiotoxicidad se refiere).


Carlos Gómez, el educador de Iberdrola que nos ha atendido hoy me ha contado una anécdota que no tiene desperdicio. En una de las visitas recientes escuchó la conversación de un par de señoras, que habían seguido sus explicaciones muy atentamente. A la salida de la reunión le iba diciendo una a la otra: "No puede ser tan malo esto de la nuclear: Fíjate, está todo lleno de pájaros".

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