domingo, 10 de mayo de 2009

Presentación del ecologista en Sagunto

El día 6 presentamos el libro en Sagunto, o para ser más exactos en Puerto de Sagunto. Si es cierto que uno pertenece a la ciudad en la que estudió ("uno es de donde fue al instituto"), el que suscribe es porteño, así que el libro se presentaba en casa.

Lo organizaba Elías Yanini, el librero de mi pueblo. Hace 30 años, cuando empezaba yo a aparecer por su tienda, Elías era un tipo tímido, con pelos, barba y alma de rojeras, que se había leído todos los libros que tenía en exposición o eso parecía. Tres décadas han cambiado sólo una cosa. Ya no es capaz de leerse todas las novedades que llegan a Librería el Puerto, a veces ni siquiera de sacarlas de las cajas. Los pelos y el alma siguen donde estaban.

A los quince (y 16,17,18...) en la España de mediados de los 70, no teníamos un duro. Yo tenía el vicio de los comics, las novelas de aventuras, todo lo que salía en la editorial MIR y los cátedra de poesía. Elías me fiaba. Literalmente. Apuntaba en una libretita lo que me llevaba y yo pagaba cuando podía. Un librero que fía a sus clientes es lo más aproximado que existe a Santa Teresa de Calcuta. Ya lo he dicho: el alma tras la pelambrera.

El maestro de ceremonias fue Jesus Fernández Cabellos, uno de los poetas de mi pueblo. De Jesús, de Paco y de la poesía, hablaré otro día. Habrá quién opine que tiene cojones el pronuclear este, arrancándose por líricas en lugar de seguir defendiendo el átomo que es de lo que va este blog. Uno es que tiene su corazoncito.

Presentó Quique Sanchís, amigo del instituto, amigo de la facultad, compañero de fatigas de los primeros años del CERN y vecino de mi segundo o tercer pueblo adoptivo (las cosas de ser un nómada), Rocafort. Un discurso de los de antes, elegante y sentido, muy en el estilo de la falsa sencillez que siempre ha sido el trademark de Quique. Tras el hombre campechano y de verbo fluido y cordial se esconde el pensador reflexivo. El hombre de bien.

Y en fin, vinieron familia y amigos, que es la gente que viene a estos actos y unos cuantos ecologistas de mi pueblo. En el turno de palabras hubo debate. Un debate civilizado e interesante, que empezó con una crítica a ciertas frases un poco subidas de tono que escribo en el "Ecologista" y que acepté sin más preámbulos. En algún sitio se me va la mano con palabros como ecofundamentalismo y otros calificativos que no sirven para nada excepto para cabrear. Y nadie puede dialogar cabreado. Así que pedí disculpas por las licencias poéticas.

También me expliqué: cuando me meto con Greenpeace lo hago por alguno de los textos que han publicado en su campaña antinuclear (por cierto que parte de ellos han desaparecido). Hubo un panfleto, "las quince mentiras sobre la energía nuclear", que se publicó en el mundo, donde se decían unas cuantas bolas a quemarropa (como la famosa leyenda que afirma que la energía nuclear emite mucho CO2 en el ciclo indirecto, una burrada donde las haya). En general, considero que la campaña de GP en contra de la energía nuclear no es lo bastante rigurosa y a menudo echan mano de tópicos y recursos fáciles (Chernóbil), jugando con el miedo de la gente.

Pero en fin, debatimos bastante y aunque de los debates de este tipo rara vez emerge un acuerdo obvio, lo que si quedó fue bastante buen sabor de boca, yo creo que por todas las partes. Me sentí, para decir la verdad, más porteño que nunca.

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